El día se presentaba nublado por lo que partimos al parque nacional con la esperanza que el cielo se despejara para poder contemplar uno de los volcanes más peligrosos del mundo, el Cotopaxi.
La noche anterior habíamos tenido la posibilidad de verlo a la luz de la luna llena tirando cenizas lo que nos permitió llevarnos muy lindos retratos, pero verlo de cerca y poder caminar sobre él era todo un desafío que nos habíamos propuesto.
Entramos al parque, nos informaron que la actividad era muy baja, que se podía subir estando atento a las indicaciones que daba el personal del lugar.
Llegamos al centro de información donde se puede hacer un pequeño recorrido nutriéndose de información sobre el parque y el volcán. Desde este punto tomamos un sendero que se interna en un campo rodeado de arbustos, luego de caminar un poco más de 30 minutos nos llevó a un mirador del cual se observa un sinfín de cañadones creados a partir de distintos terremotos por los que ha descendido el flujo piroclástico en las distintas erupciones que ha tenido en toda su historia el volcán.
El cielo empezó a despejarse por lo que partimos felices a la laguna de Limpiotungo. Está ubicada a más de 3800 metros sobre el nivel del mar. Sus frías y transparentes aguas nos regalan una vista espectacular con enormes montañas de fondo. También desde ella se pueden observar el volcán Cotopaxi, el Sincholagua y el Rumiñahui.
Luego de contemplar por un rato largo la bella imagen que nos regaló la laguna, partimos a nuestro principal destino, el imponente volcán Cotopaxi.
Con sus 5.900 metros, es considerado uno de los más peligrosos del mundo debido a la frecuencia de sus erupciones, su estilo eruptivo y sobre todo la cantidad de personas que están expuestas a sus constantes amenazas. En el año 2015 estuvo en proceso eruptivo y tirando constantemente muchísima cantidad de cenizas que afectaron a toda la población cercana.
El camino para acceder a la base del mismo es por demás de complicado, no solo por la cantidad de posos que presenta el camino si no los 4.800 metros de altura a los que se llega y los que realmente presentan un enorme desafío para el vehículo. En nuestro caso llegamos a los 4.600 metros y la camioneta dijo basta. La estacionamos a un lado del camino, preparamos nuestra mochila y nos dispusimos a continuar a pie los metros que nos faltaban.
Para cortar camino subimos directamente por la montaña, bajo nuestros pies teníamos cenizas del volcán, esto sumado a la altura hacia que subiéramos muy lentamente tomando obligados descansos a cada rato.
Luego de más de una hora de lenta subida llegamos a la nieve. Papá y mamá la conocían pero yo no tenía el placer. Fue súper divertido amontonarla y crear un pequeño muñeco de nieve al cual con las pocas cosas que teníamos a mano adornamos un poco.
Desde lo alto se podía observar la laguna que antes habíamos visitado y que ahora se ve chiquita a lo lejos.
No fue mucho más lo que pudimos subir, el frio se hacía insoportable, el viento helaba, y los más de 5.300 metros de altura en los que estábamos hacían que nos costara cada paso que dábamos. La cima se veía pero fue imposible continuar.
El descenso fue mucho más rápido y fácil. Ya de nuevo en nuestra camioneta y en la entrada al parque nos dispusimos a tomar un buen chocolate caliente para recuperar el cuerpo, cada uno sumido en sus pensamientos llegaba a la misma conclusión… la imagen desde lo alto del volcán quedara gravada para siempre y esta nos hizo sentir pequeños ante tanta inmensidad.
Sera hasta la próxima, saludos y no dejen de suscribirse para no perderse de nada!!!
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