Dejamos atrás el valle del Colca para volver a la ruta, nuestra primera parada fue en el pueblo de Sumbay, para llegar hay que desviarse unos pocos kilómetros de la ruta por un camino bastante angosto y de tierra.
Llegamos de noche, no había ni una sola luz encendida, estacionamos en la puerta de la iglesia y dormimos ahí. Al otro día al levantarnos nos llevamos una enorme y grata sorpresa porque el pueblo estaba intacto pero totalmente abandonado. Nos sentíamos como en una película del far west caminando por el lugar, era muy extraño porque el pueblo fue bastante grande y las casas muy bien construidas, algunas todavía en pie conservaban sus puertas cerradas con cadena y candado al igual de la iglesia que tenía una torre bastante alta pero donde ya no había campana.
La única persona que está en el lugar trabaja en el ferrocarril y es el encargado de controlar la vía o línea (como la llaman en Perú) que pasa por allí. Así fue como conocimos a Edwin.
Este señor nos contó que el pueblo se había formado porque en las inmediaciones funcionaba una mina pero esta de un día para otro cerro y la gente abandono todo como estaba. Hasta la escuela del pueblo se encontraba como suspendida en el tiempo, las paredes de las aulas conservaban las láminas y dibujos de los chicos que allí estudiaban y en algunos pizarrones se podían leer algunas viejas lecciones. En una sala que parecía ser la dirección vimos desde la ventana sin cortinas un almanaque del 2008.
Junto a él, dimos un pequeño recorrido por la zona donde nos internamos en un cañadón siguiendo el lecho de un rio y donde conocimos las pinturas rupestres de Sumbay donde hay representados, camélidos, ñandúes, pumas y zorros pintados en un color blanco, ocre y amarillo. Tienen una antigüedad entre 6000 y 8000 antes de cristo.
La próxima parada fue en el pueblo de Santa Lucia Donde solamente paramos a dormir en la plaza de armas y donde vivimos la noche más fría de todo el viaje hasta ahora. La temperatura descendió hasta los 18 grados bajo cero. Si si, leyeron bien, un frio tremendo, cuando nos levantamos encontramos todo congelado, por suerte nuestra casita esta revestida para el frio y no nos dimos cuenta en toda la noche, mamá había lavado unas remeras que dejo colgadas al lado de la ventana y estaban duras como bandera de chapa, el agua del limpiaparabrisas congelada y en el radiador pese a tener liquido anticongelante había un poquito de escarcha por lo que tuvimos que esperar que salga el sol y que levante la temperatura para poder arrancar nuestra camioneta. Mientras esperábamos se nos acercó una alpaca muy simpática.
Nuestro recorrido siguió en dirección a Puno donde nos encontramos con el lago más alto del mundo. El famoso Titicaca.
La ciudad es enorme, ha ido ganándole a la montaña por todos lados para expandirse. En el lago se encuentra una comunidad que construye sus casas sobre totorales. Es la tan nombradas isla de los Uros. Lamentablemente no pudimos encontrar donde estacionar la camioneta en un lugar seguro por lo que no pudimos conocerlas pero más que seguro que tendremos otra oportunidad.
A pocos kilómetros de la ciudad se encuentran las ruinas de Sillustani. La entrada es súper accesible y se puede pernoctar en el lugar.
La zona fue usada como necrópolis donde se destacan las torres funerarias denominadas Chullpas que están distribuidas por todo el complejo.
Se estima que el lugar fue ocupado en los años 800 antes de cristo pero las ruinas corresponden a la época ya de los Incas.
En el centro del complejo hay una estructura circular que era un reloj solar.
Las Chullpas eran destinadas a la elite Inca, era un lugar de culto religioso a los muertos. Junto una de estas tumbas se encontró más de 1280 objetos de los cuales 500 eran de oro.
Las ruinas tienen una vista increíble al lago que lleva el mismo nombre.
El último trayecto fue el más difícil, tuvimos que atravesar la difícil ciudad de Juliaca donde el tránsito es un caos total, hay moto carros, moto taxis y bici carros por millones y los semáforos y señales de tránsito son hermosos adornos. Además como en Perú se acostumbra muchísimo tocar bocina o claxon al ir circulando y por la inmensa cantidad de vehículos el ruido era ensordecedor. Tardamos más de tres horas en poder salir de ese desorden. Hoy podemos decir que sobrevivimos a Juliaca sin un solo rasguño en nuestra camioneta.
A la salida de la ciudad tuvimos el placer de cruzarnos con Andrés, un checo que está recorriendo América junto a su mochila.
Cansados y aturdidos como estábamos luego de las tenciones de atravesar la ciudad, muy despacio seguimos avanzando para así, ya entrada la noche, llegar a la ciudad de Cuzco.
Agotados pero felices cumplimos otra de nuestras metas en este viaje, la de conocer la capital Inca.
Muchas gracias por leernos, no se olviden de registrarse y hasta la próxima.
Para ver todas las fotos del camino entre Arequipa y Cuzco entrar acá.